Desde tiempos antiguos una de las
mayores preocupaciones de las personas es mantenerse jóvenes y saludables, es
decir, vencer de algún modo al paso del tiempo y para ello no son pocos los
remedios a los que históricamente se ha recurrido.
Hace ya unos años que es muy común en
Occidente la comercialización de lo que se conoce como bayas de Goji, frutos
procedentes del arbusto Licium Barbarum, también llamado popularmente arce
negro o arce del Japón. La intención es, aprovechando su capacidad antioxidante
y energizante, combatir el envejecimiento y otras situaciones asociadas a
debilidad; de hecho, también son conocidas como las “Bayas Tibetanas de la
Longevidad”.
En este sentido, la Medicina Tradicional
China la comprende y clasifica junto a las plantas nutrientes de la Sangre, siendo
concretamente indicada para situaciones que cursan con dolor lumbar y de
rodillas, mareo, dolor abdominal moderado, impotencia, emisiones nocturnas o
tos por sequedad, todo ello por falta de Sangre.
No obstante, la acción más destacada de
las bayas de Goji es tratar afecciones oculares que se manifiestan con
lagrimeo, sequedad ocular, visión borrosa o disminución de la agudeza visual,
todo ello mediante la hidratación de los ojos y la eliminación de calor a nivel
local.
Esta característica la convierte,
junto al Crisantemo chino, en un componente de vital importancia a la hora de
confeccionar fórmulas herbales que pretendan recuperar la nutrición y el buen
estado de los ojos, solo apuntando como principal contraindicación su uso en
caso de diarreas por debilidad digestiva.
Autor: Prof. Eloy Llopis
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