La psoriasis es una afección dérmica de carácter crónico y recurrente, caracterizada por la aparición de zonas inflamadas y enrojecidas cubiertas de una especie de escamas plateadas y brillantes que surgen con mayor asiduidad en codos, rodillas, cuero cabelludo y parte inferior de la espalda.
Se manifiesta en brotes, donde se alternan episodios agudos con otros de menor severidad y, aunque se desconoce el origen concreto de la enfermedad, sí se le atribuye un componente genético; de hecho, se ha localizado el gen cuya alteración influye en su aparición.
A día de hoy, también se conoce que es una enfermedad hereditaria, aunque puede ocurrir que se herede la alteración genética pero no se desarrolle la enfermedad, es decir, que no se manifieste. Este hecho tiene su explicación en que también intervienen factores externos en su aparición como: estrés, infecciones crónicas, alcohol, obesidad, artritis reumatoide, cambios hormonales, traumatismos (golpes, heridas, quemaduras por exposición al sol...)
Si bien se conocen distintos tipos de psoriasis, entre las que destacan la Eritrodérmica, la Guttata, la Inversa o la Pustular, se considera que la más habitual es la Psoriasis en placas, variante caracterizada por la aparición de parches de piel rojos y gruesos que son cubiertos por escamas.
En cuanto a su tratamiento, la Medicina Tradicional China logra resultados satisfactorios mediante varias de sus técnicas terapéuticas como la auriculoterapia, la fitoterapia o la acupuntura, aunque esta última y la Fitoterapia vía tópica son las dos armas más poderosas para frenar tan indeseable afectación.
Concretamente, son aconsejadas aplicaciones tópicas con piel de granada y aceite de sésamo, preparados alcohólicos a base de Psoralea, o baños con decocción de Alumbre y flores de crisantemo.
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