El Jengibre Zingiber officinale es una planta que destaca por su peculiar tallo subterráneo, considerado un rizoma dispuesto en sentido horizontal y ciertamente
apreciado y reconocido tanto por su aroma como por su sabor picante. La planta,
que puede alcanzar el metro de altura, crece con total normalidad en la
mayoría de regiones tropicales del planeta, aunque las más comercializadas proceden
de cultivos sitos en Perú o China.
Si bien
está muy arraigado en la gastronomía de diferentes culturas asiáticas, en la
cocina occidental es más extraño toparse con él; no obstante, su presentación
en polvo es usada en ocasiones en la producción de dulces, sobretodo caramelos
o galletas…
En
cuanto a su aspecto terapéutico, la Medicina Tradicional China usa diferentes
partes y formatos de tan valiosa planta: el rizoma fresco, su presentación en
polvo (tras secado), el propio rizoma tostado o carbonizado, la piel del mismo
o incluso su jugo.
En
cuanto al rizoma fresco, si bien no guarda gran potencia al respecto, se le
otorgan ciertas acciones dirigidas a resolver resfriados incipientes. En este
caso, destaca por su poder calentador, como un buen antitusígeno y, sobre todo,
antiemético (contra el vómito). Este mismo rizoma pero envuelto en papel
humedecido y puesto cerca del fuego, tras ser tostado amplía sus acciones a
detener las diarreas.
En
cambio, su variante seca tiene mayor poder calentador y lo hace más
internamente, para casos en los que una persona ha cogido mucho frío o ha
estado un tiempo expuesto al mismo. Si el rizoma seco se tuesta hasta carbonizarse
será apto para detener hemorragias.
Por
último, si atendemos al poder que tiene la piel y el jugo, la primera es capaz
de estimular la diuresis y ayudar a resolver edemas incluso en embarazadas;
mientras el segundo resuelve flema, tos, náuseas y vómitos, pero en cuadros más
agudos.
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